Educar no es fácil

Luis es un niño de siete años. Sus padres están muy preocupados. Dicen que tienen que repetirle las ordenes muchas veces más que a sus hermanos, porque parece que no escucha. En la mesa, durante las comidas, no se está quieto, se mueve en la silla, se levanta o juega con los cubiertos. Tiene muchas dificultades para escuchar a los demás y esperar a que acaben lo que están diciendo; les interrumpen, dice lo que se le ocurre y cambia rápidamente de tema. Va a los sitios corriendo -más que andando-, se sube encima de los muebles y «no se está quieto ni en la cama», comenta su madre.
Los profesores dicen que es un niño muy movido, que no puede permanecer sentado mientras trabaja, que hace continuos viajes a la papelera, habla con sus compañeros y les interrumpe. Sus cuadernos están poco cuidados, las tareas sin acabar e «ilustradas» con dibujos y garabatos. Le cuesta escuchar al profesor, seguir sus explicaciones y necesita mucha ayuda y supervisión.
En opinión de sus profesores, su rendimiento académico es bajo y no ha adquirido las habilidades escolares propias de su curso.
Luis tiene comportamientos y conductas típicas de los niños con trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), con predominio de la de la hiperactividad e impulsividad.
Anna es una niña de 9 años que está en tercero de Primaria. Según su profesor de segundo curso, Anna es una niña buena y amable, que se distraía durante las explicaciones en clase y parecía que estaba en las nubes. La adquisición de habilidades propias de su curso era lenta, comparada con los niños de su edad. Como iba progresando en el aprendizaje, aunque lentamente, y su comportamiento era bueno, el profesor y los padres decidieron esperar y seguir observando su evolución.
Este curso, Anna no es capaz de seguir el ritmo de aprendizaje de sus compañeros. Su madre dice que «está siempre en las nubes», que es muy soñadora, que se distrae y parece y que no atiende cuando habla con sus amigos y familiares. Tiene varios amigos, pero le cuesta mantener las amistades. El padre dice que «parece que se preocupa mucho» por su apariencia y por cómo se sienten los otros niños y niñas con ella.
Anna también tiene comportamientos y conductas típicas de los niños con trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), con predominio del déficit de atención.
Durante más de veinte años he trabajado como maestro; en más de un curso he tenido en mi clase niños con comportamientos parecidos a los que se han descrito más arriba.
Educar es sembrar. Pero cuando se trabaja con niños como Luis o Anna se tiene la impresión de que la semilla va a tener dificultad para agarrar y crecer. Sin embargo, crece, florece y da fruto. Sólo hace falta paciencia, tranquilidad, confianza, estrategias y pautas profesionales. J.A. Amador Campos, Maestro (Mayo)

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