Cada mañana al despertar me lleno de alegría por estar aun vivo, encarnado en un ser humano que mi hogar sea un universo infinito, y que mi espíritu sea tan infinito como ese universo, es un milagro que no ceso de agradecer a ese impensable que llamamos Dios. Su energía la siento en cada ser, en cada cosa, en cada centímetro de mi cuerpo y en el centro de mi espíritu como una vertiente luminosa.
Atravesé gran parte de mi vida sumergido en la tristeza, buscando el amor en los otros pero sin amarme a mi mismo.
Cuando creí haber triunfado socialmente y, en la habitual angustia, me envanecí, una humilde lectora de cartas, me dijo: «Usted, Señor, aun no se ha encontrado a si mismo» ¡Que lastima que se pierda ese regalo! Mi orgullo se sintió golpeado. Luego acepté y comencé mi búsqueda. La siguiente fábula quizá sea útil para quienes sin cesar se dicen «yo no valgo nada»…
Alejandro Jodorowsky