Zuhaitz Gurrutxaga: «El humor desmonta castillos, desmonta mitos y a uno que tiene Toc le desmonta toda esa historia»

Hablando con… el exfutbolista de la Real Sociedad, monologuista y autor del libro «Subcampeón». Entrevista publicada en el nº 3 de la Revista Encuentro de 2023.
Zuhaitz Gurrutxaga (Elgoibar, 1980) debutó en el equipo de sus sueños, la Real Sociedad, a los 13 años, y con 19 empezó a jugar en Primera División, durante cuatro temporadas. Fue futbolista profesional durante quince años, actualmente es actor de teatro y llena salas con el monólogo ‘Futbolistok’. En Subcampeón, coescrito con el periodista y escritor Ander Izaguirre, narra desde el humor sus “fracasos” futbolísticos y detalla su experiencia con el trastorno obsesivo compulsivo (TOC).

Zuhaitz Gurrutxaga
¿Por qué subcampeón?

El libro empieza con una confesión mía, la que más apuro me daba contar, y es que cuando era jugador de Primera División y jugaba en el equipo de mis amores, la Real Sociedad, estuvimos a punto de ganar LaLiga, preferí ser subcampeón que campeón. Estaba pasando por un muy mal momento de salud mental, con ansiedad, depresión y con trastorno obsesivo compulsivo muy severo. Sentía que todo el mundo era feliz a mi alrededor, menos yo, y que no hubiera sido capaz de soportar tanta alegría si hubiésemos quedado campeones.

Pasaste de jugar en tu pueblo a rodar el balón en Wembley y comenzó la presión. ¿Cómo es estar cumpliendo un sueño y sentir tanta angustia?

El fútbol era mi pasión y me divertía mucho cuando era niño. Con 13 años llego a la Real Sociedad y empiezo a sentir el miedo a fallar o a perder. Ese año jugamos treinta partidos, ganamos veintinueve y yo solo recuerdo el que perdimos. Desde entonces, comencé a sentir un poco de angustia a la hora de jugar al fútbol y dejé de disfrutar.

En aquella época, optaste por fingir que ese malestar no existía. ¿Cómo pudiste ocultarlo a tus compañeros y entorno?

Mis mejores actuaciones las hice entonces, escondiendo todo esto. Las obsesiones y las compulsiones del TOC son tan absurdas e irracionales, tan vergonzantes, que si yo hubiera sabido un par de años antes que eso tenía un nombre y un tratamiento, hubiera sufrido algo menos. Lo escondí hasta que fue inevitable, mi madre se dio cuenta de que hacía cosas muy extrañas y me llevó a una psicóloga. Fue lo mejor que he hecho en mi vida: saber que esto tenía un nombre y un tratamiento, y ponerme a ello para curarme.

«Fue el gran cambio de mi vida saber que no era el único que tenía esto»

¿Qué pilares te sostuvieron y cómo empezaste a recuperarte?
Ir a una psicóloga y saber lo que era y que tenía un nombre. Le dije: “me limpio mucho las manos”, con mucha vergüenza, o “paso las líneas con el pie derecho”. Cuando ella, muy inteligentemente, me dijo “¿Y también haces esto? ¿Y lo otro?”, coincidía en todo lo que yo hacía. Aquel día salí igual que antes de la consulta, cruzando las líneas con el pie derecho y no tocando nada para no contaminarme, pero fue el gran cambio de mi vida: saber que no era el único que tenía esto y que no estaba loco, que es lo que yo creía. Yo estoy un 400% mejor, pero no soy libre del todo y tengo ganas de que, después de este libro, haya un antes y después y me ponga las pilas, porque sé cuáles son las herramientas e ir a por ello.

Y contarlo, porque la energía que gastas escondiendo es insufrible. Si se lo dices a tus padres, familia o amigos, es muy beneficioso porque te pueden ayudar a esa terapia, en la que necesitas acompañantes. Mucha gente me agradece el haber contado esto. Yo estuve, de verdad, muy mal y ahora estoy aquí, hago teatro, hago monólogos, he sobrevivido, más que sobrevivir. No es un libro de autoayuda, pero ojalá dé esperanza a gente que ahora vea un futuro muy oscuro. Se puede salir de esto.

¿Qué papel ha jugado el humor en tu recuperación?
Nunca haría un chiste sobre el sufrimiento de alguien que tiene TOC, pero creo que es lícito hacerlo sobre el mío, porque me ayuda a liberarme. El humor desmonta castillos, desmonta mitos y a uno que tiene TOC le desmonta toda esa historia, porque hacer un chiste sobre que me lavo las manos o cierro la puerta cinco veces, me ayuda a ver lo irracional y absurdo que es. También hago humor con lo que yo consideraba un fracaso en mi vida, mis vivencias futbolísticas. Cuando consigo reírme de mis pequeñas derrotas, hago las paces conmigo mismo.

Zuhaitz Gurrutxaga (2)
«Alguien tiene que ayudarles y enseñarles que hay que relativizar lo que ocurre, y prepararlos para el éxito, pero sobre todo para el no éxito»

¿Qué papel juega la familia de un niño o una niña en el camino para convertirse en deportista profesional?
Yo tuve la suerte de que mi familia, sin estar preparada, nunca me apretó ni me exigió. Pero, aunque no te exijan o no sean duros, tú sientes que la gente tiene expectativas sobre ti. Uno, sin querer, también se siente responsable de la felicidad de los de alrededor, y en esas edades no debe ser así. El papel de la familia es hacerles ver que muy pocos llegarán a lo que consideramos éxito, que es casi imposible. Que se diviertan por el camino y que la meta sea ese camino.

¿Qué mensaje le darías a un niño o niña que está empezando en un deporte de élite?
Es muy difícil darle un consejo a un niño de 13, 14, 15 años y que, de repente, abra su visión y diga “esto hay que relativizarlo”. Alguien tiene que enseñarles a relativizar lo que ocurre, y prepararlos para el éxito, pero sobre todo para el no éxito o lo que creemos que no es el éxito. Es a sus entrenadores a quienes hay que aconsejar que hagan que disfruten los chavales, no apretarles y no presionarles, y que es un juego.

¿Esto está cambiando?
Ayer estuvimos Ander Izaguirre y yo en las instalaciones del Athletic Club de Bilbao. El psicólogo jefe tiene reuniones con cada jugador, de 12 a 18 años, cada dos semanas. Muchas veces el chaval o la chavala no se van a atrever a contar que están mal, pero si miras, preguntas y observas, seguramente te des cuenta. Antes solo se observaba el rendimiento físico del futbolista, ahora la gente se da cuenta de que no solo hay esguinces de tobillo o de rodilla, sino mentales también.

¿Cuál ha sido el mejor momento que has tenido en tu carrera? ¿Y el más duro?
Momentos duros, cuando tenía 20-21 años y salía ante 30.000 personas y temblaba, no quería jugar. Era horrible porque estaba cumpliendo mi sueño y no era capaz de disfrutarlo.

Y después, de repente bajo de categorías y con 26 años empiezo a jugar en un equipo de Segunda División B de un pueblo de Vizcaya de 3.000 habitantes. Ahí comencé a disfrutar de nuevo, cuando no tenía ninguna presión, cuando el mundo no esperaba nada de mí como futbolista. Estando en el equipo más pequeño que he estado nunca fue cuando más feliz fui como futbolista.

¿Así te reconciliaste con el fútbol?
Empecé a disfrutar de lo que era mi pasión y de mi trabajo, que no era poco. Pero seguía sin ver fútbol en la tele porque me hacía sufrir. Cuando hice las paces con el fútbol fue cuando me subí por primera vez a un escenario a hacer un monólogo sobre mi carrera futbolística, a reírme de todo lo que sentía que era una decepción, lo relativicé todo.

Este libro está disponible para préstamo gratuito en la biblioteca de SALUD MENTAL ESPAÑA. Si quieres solicitar este libro de forma gratuita en formato de préstamo haz clic en la portada del libro, ponte en contacto con documentacion@consaludmental.org o llama al teléfono 672 370 208. Los préstamos de la biblioteca tienen una duración de un mes. Desde la biblioteca te enviamos el libro donde nos indiques y pasado el mes lo devuelves a nuestra sede.

Entrevista publicada en el nº 3 de la Revista Encuentro.

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