¿Se puede enseñar a ser feliz? ¿Cómo criar niños felices? Indudablemente, la experiencia es intransferible.
Además, cada ser humano puede ser feliz con diferentes situaciones o relaciones. Entonces, en este sentido estricto, no puede considerarse posible enseñar a alguien a ser feliz. Sin embargo, lo que sí se le puede enseñar a un niño son aquellos principios que hacen al ser humano más libre para vivir su propia y auténtica felicidad. Se puede transmitir todo aquello que ha sido probado como principios filosóficos, sin esperar a tener contacto con un complejo tratado de filosofía.
Para adecuar la enseñanza a las diferentes edades, solamente se debe activar una dosis de creatividad que permita incorporar experiencias que posibiliten descubrir estos principios, o bien utilizar las vivencias cotidianas como base de experimentación, para enriquecerlas con estos aprendizajes. Puede sonar extraño, y probablemente sea porque se trata de una novedad, pero al implementarse, rápidamente se transforma en una experiencia habitual de la vida cotidiana del pequeño.
Conocerse a sí mismo
Una de las mejores maneras de acercarse a la experiencia de la felicidad es el autoconocimiento. El niño, como ser único tendrá sus propias experiencias de felicidad sólo si sabe qué es lo que le atrae, qué es lo que rechaza, cuáles son sus preferencias y gustos. Promover las experiencias en forma activa para descubrir estas afinidades es lo que como adultos podemos ofrecer al pequeño, y se facilita ofreciendo paulatinamente un universo de posibilidades en forma acrítica, simplemente para que el pequeño se halle en la situación y la viva.
Luego será él mismo quien pueda decidir si prefiere viajar o quedarse en casa, montar en bicicleta o patines, cabalgar o ir al cine, visitar el parque de atracciones o el museo. Para que pueda elegir en qué experiencias profundizar y cuáles desechar, es necesario que las experimente primero. No podrá elegir lo que no sabe que existe.
Aceptarlo incondicionalmente
Al reconocer al niño como un ser único que está conociéndose a sí mismo, se le deberá permitir que sea quien elija ser. De esto se trata la aceptación incondicional, sin hacer juicios acerca de sus gustos y elecciones, y tampoco de los resultados que obtenga en sus experiencias. Para otorgarle valor a la experiencia, y motivar para que haga elecciones, se le debe permitir hacerlo siendo neutrales, aún cuando resulte casi-absolutamente-seguro el fracaso. Siempre que no esté poniéndose en serio riesgo, lo mejor que se puede hacer es facilitarle la comprobación por sí mismo. Que haga la experiencia y sepa que aún cuando se equivoque, va a ser aceptado por sus adultos más significativos.
Mostrar amor por quien es
Al estar de acuerdo y en armonía con las ideas del pequeño, o cuando sus planteos no movilizan ni cuestionan a las estructuras del adulto, demostrar amor es sumamente gratificante. Ahora, cuando el niño se manifiesta en contra de las sugerencias, consejos o indicaciones de los padres y educadores, el malestar producido por esa acción suele enturbiar los dos puntos anteriores (la facilitación de experiencias y la aceptación incondicional).
Poder considerar que el niño tiene derecho a estar en desacuerdo, y que esto demuestra su capacidad crítica, podría ser un factor enorgullecedor, en lugar de un flanco en la autoridad del adulto. La mejor manera de construir la autoridad es otorgando el derecho al desacuerdo, mostrando amor ante esa posibilidad de confrontar una idea y argumentarlo, porque es una puesta en valor del niño como un ser con sus propios pensamientos y opiniones. Entonces, aún en los errores y en los desacuerdos, puede amarse a este individuo que se está fortaleciendo y lo demuestra.
Escuchar y sugerir
En lugar de silenciar e imponer –un modo bastante arraigado de crianza-, las innovaciones en la comunicación producen un efecto maravilloso a nivel de la autoestima. Los niños se sienten considerados y su opinión respetada. Esto ocurre más allá de que la decisión la definan luego los adultos y de que los pequeños puedan no estar de acuerdo.
El hecho de haber tenido el espacio y la buena predisposición para una escucha abierta y respetuosa, produce una mejora en la propia imagen y la percepción de su valor como persona. Las modalidades de comunicación que instalen los adultos, marcan aquí también un modelo a seguir para los chicos. Debe considerarse entonces, para optimizar las dinámicas de las interacciones, tanto la escucha2 como el modo de hablar a los pequeños.
Enseñar habilidades
Las habilidades que podemos enseñar a conciencia van desde lo necesario para sobrevivir -como sería procurarse alimento- hasta administrar su dinero, pedir ayuda cuando la necesita, orientarse en la ciudad, y saber cómo actuar en caso de una emergencia. Todas las habilidades en las que pueda instruirse, constituyen un capital que coloca al niño en un mundo donde se siente capaz y seguro para desenvolverse. Cuando no aparecen miedos debidos a la inseguridad que produce la falta de recursos, la felicidad está siempre al alcance de la mano.
Apoyarnos en principios armónicos con el medio
Cuando se plantean a los niños demasiados beneficios o sobreprotección al interior del hogar, cuando se consiguen fácilmente excepciones a las normas, se intercede innecesariamente en los conflictos con los amigos, o se le otorga un premio acordado a pesar de no haber cumplido su parte, se perjudica considerablemente a los niños.
Aunque parecieran haber sido favorecidos con el alivio del esfuerzo, finalmente son damnificados porque se les está impidiendo el desarrollo de aquellos mecanismos que funcionan regularmente en el mundo, fuera de su casa. Lo mismo pasa con las instituciones escolares que facilitan las calificaciones para aprobar las materias y producen potenciales fracasos universitarios.
A los pequeños, cuando los mecanismos con los que se manejan son armónicos con el exterior, les permite desenvolverse dentro de los mismos parámetros, con la seguridad y la calma de lo previsible, para planificar aquellas experiencias que los acerquen a su propia felicidad.
Expresar y enseñar gratitud
Cuando se logra una existencia en la que se agradece por el día que se inicia y por haber llegado a la noche, por las experiencias y los aprendizajes, por el alimento, el aire y el sol, por los compañeros, los amigos y la familia, por quienes dirigen el país en el que estamos y quienes hacen posible disfrutar de las comodidades que hay.
Cuando se logra construir una actitud de gratitud, es mucho más fácil ser feliz, pues porque estar atento a lo que hay, a la mitad del vaso lleno, a los aprendizajes que pueden extraerse de las circunstancias que aparentemente son negativas, es una actitud, y se enseña sólo haciendo de ella un ejercicio permanente.
A modo de conclusión, considero que sí se puede enseñar que el ser feliz es una elección y que es una actitud a la que se pueden predisponer. Así que si quieres criar niños felices ¡A lograrlo!
Por: Dra. M. Monte
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