Muchas veces nos hemos preguntado los motivos que llevaron a sobrepasarnos en una situación crítica con pensamientos como haber querido devolver el tiempo, aunque fuera unos segundos, antes de haber dicho lo que dijimos o haber moderado nuestra exaltación a un límite manejable.
Poder controlar las actuaciones o moderar las actitudes parece de sabios: el callar a tiempo y el de no responder al agravio. En algunas ocasiones, no responder puede interpretarse como una falta de valor o de decisión para defendernos o responder a una agresión, que bajo ciertas condiciones, puede ser aceptable, pero en otras nos desconocemos como personas razonables e inteligentes.
¿Puedo controlar mis impulsos?
Debemos diferenciar impulso de impulsividad. Un impulso puede ser la respuesta refleja, es decir, que aparece bajo ciertas condiciones y es casi imposible de suspender. Por ejemplo: si por accidente tocamos un alambre eléctrico que no tiene protección, no podemos en la mitad del corrientazo impedir que nos alejemos del sitio de contacto, inclusive podemos causar accidentes al dirigir nuestro cuerpo sin medir distancias u otra clase de peligro.
Si ya somos expertos como los electricistas y tocamos el alambre esperando la descarga, nuestro cerebro toma el tiempo necesario, porque espera una respuesta adecuada y conocida sin generar gritos, sobresaltos, ni dolor.
Cada día que nos enfrentamos a condiciones de estrés de la vida diaria, como un frenazo del vehículo que va delante de nosotros, reflejamente apretamos el freno y el carro no sufre daño. Pero como existe peligro contra la vida podemos vociferar, bajarnos, agredir y causar una tragedia que una parte de nuestro cerebro evitó en forma refleja y otra parte del mismo, llevarnos a una confrontación mas peligrosa que la colisión que no se dio.
¿Entonces que es impulsividad?
Es la pérdida del control de nuestro cerebro inteligente (corteza prefrontal), por la serie de impulsos generados por el miedo y los reflejos de supervivencia que afloran aumentando en forma automática la frecuencia cardíaca (taquicardia), aumento de la circulación en los músculos (tensión muscular), dilatando las pupilas para aumentar la visión, y conseguimos un aspecto próximo a la agresión o la huida.
El cerebro emocional (sistema límbico) genera toda una serie de sentimientos de pérdida, de muerte o de heridas corporales, que nos lleva a agredir o de pronto a paralizarnos por el miedo. La descarga de la hormona del estrés (adrenalina), genera una serie de cambios hormonales aumentando el azúcar en la sangre (glicemia) para atender la emergencia.
Eso es normal, pero es que nosotros no vivimos de accidente en accidente durante los días normales. Pero desde épocas inmemoriales, nuestro cerebro animal maneja muchas de las funciones de supervivencia y le corresponde al cerebro inteligente modular las respuestas extremas.
¿Por qué ocurren esas respuestas si yo no soy violento?
Hay factores hereditarios para la reactividad, y también una serie de aprendizajes personales y familiares que se complementan y estructuran en la vida social de las personas. Si nos gritan desde que somos niños, posiblemente entendemos que una forma de comunicación elemental es a los gritos y nos vamos moldeando ante las respuestas que se producen en las personas que nos rodean.
Un ambiente social hostil, no va mostrar más que hostilidad y agresividad. Hablamos fuerte y utilizamos el lenguaje háptico-que es el que se fortalece con señas como decir “pare” y ponemos la palma de la mano hacia el objetivo o persona que queremos detener.
A veces el lenguaje háptico nos ayuda también cuando se usa en forma adecuada, si usamos una palabra desmedida y nos ayudamos moviendo la mano como si hubiéramos cometido un error, la respuesta en el otro se divide en dos: lo que oyó y lo que vio, una sumatoria que, si lo acompañamos de una sonrisa, posiblemente la palabra agresiva carezca de sentido.
¿Podemos controlar la impulsividad?
La respuesta es sí, porque sabemos que el cerebro reacciona en milésimas de segundo hasta 10 segundos para manejar una respuesta refleja moderada. El tiempo para frenar la reacción agresiva es suficiente para interrumpirla.
Tenemos que utilizar nuestra corteza prefrontal para controlar la impulsividad. Pues el entrenamiento inclusive de profesionales como: policías, enfermeros, deportistas, jueces, árbitros y ventanillas de reclamos, que reciben agresiones verbales o físicas desmedidas por la función que desempeñan, permite evaluar los actos como una respuesta de estrés, enfermedad, efervescencia del juego, y resolver las situaciones con la inteligencia que produce la calma y la inhibición de respuestas reflejas.
¿Es la impulsividad solamente agresividad?
La impulsividad se tiene en cuenta en los procesos de tomas de decisiones a veces triviales pero otras veces acumulativas; como seguir una dieta, hacer ejercicio, sentarse a estudiar o leer, interrumpir una rutina inoficiosa por otra productiva. La impulsividad por ejemplo en la obesidad o la bulimia son problemas de salud grave, que si no se tiene un control sobre los impulsos primarios nos pueden acarrear problemas.
Una respuesta primaria por falta de un análisis serio de situaciones cotidianas, va generando problemas, haciendo la vida insoportable. Usar nuestra corteza prefrontal—analítica, es el principio del control de conductas inadecuadas que se pueden aprender y volver habilidades.
Sé consciente de la respuesta refleja y tómate el tiempo para responder. Analiza lo que vas a decir y las consecuencias.
Mantén el estatus sin degradarte. Con una na disculpa o un reclamo calmado vas a obtener una respuesta lógica y no una refleja como lo produce la ofuscación.
En las discusiones acaloradas practica el hablar de último.
Discute sobre ideas y no sobre situaciones o personas. No lleves el proceso de inconformidad al plano personal, porque se pasa del plano de las ideas y actitudes a las agresiones personales.
No grites, las ideas no necesitan volumen.
Modera y haz consciente tu lenguaje corporal. Los puños cerrados son invitación a una pelea de boxeo, los dientes apretados invitan a un mordisco.
Recuerda que mucha gente está en un sitio o en un puesto laboral donde muchas veces no pueden solucionar los problemas.
Por Dr. Rodrigo Isaza Bermúdez.
Neurólogo clínico.
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