Estoy convencida que mi baja autoestima y la construcción de una autoimagen negativa en mi infancia y adolescencia me llevó a la depresión. Según tengo entendido es una edad muy importante para construir la confianza en nosotras mismas y a creer en nuestras propias capacidades.
Pero, claro, eso es difícil cuando sufres en primera persona acoso escolar y todo lo que ello implica; cuando te sientes pequeña porque un niño te ridiculiza delante de toda la clase dibujando a un extraterrestre y poniendo tu nombre debajo; cuando te dibujan desnuda y lo firman todos los niños de la clase; cuando te insultan unos cuantos niños hasta hacerte llorar; cuando te pegan por los pasillos, te preguntas: ¿Qué estoy haciendo mal? Y la respuesta es que uno ha de aprender a hacerse respetar, pero eso no significa que los niños marginados o a acosados tengan la culpa de las injusticias o crueldades cometidas gracias a la educación (en esta sociedad tan difícil en la que vivimos). Podría escribir un sinfín de anécdotas de situaciones de crueldad y falta de respeto hacia mí, pero creo que es importante resaltar que, quizás, en las aulas deberían apostar más por la mediación con las personas marginadas; a enseñar a respetar más a los demás; o a no tener desprecio porque veas a una persona diferente a ti. En mi caso yo no sabía defenderme cuando se metían conmigo e incluso me daban collejas por los pasillos, me tiraban papeles… Veían en mí una presa fácil, alguien con quién sobrepasarse para sentirse superiores. Creo que ahí estuvo la base de que yo forjara el pensamiento de que yo no valía. El valor de mi persona puesto en duda por tantos años de acosos y abusos. Pero tenía un punto a mi favor: La fortaleza de caerme, pero volverme a levantar, de ir a clase pese a todo y de esforzarme en estudiar. La situación, complicada, de pegar un grito de vez en cuando para hacerme respetar y que me dejaran en paz.
Una vez un buen profesor que tuve, que castigó a unos cuantos niños por dibujarme desnuda, me dijo que estos niños que me acosaban lo hacían porque en realidad tenían un complejo de inferioridad y lo suplían metiéndose con los demás. Creo que en el fondo siempre tuve miedo a la gente. Me veía inferior, y el hecho que, además, mis notas no fueran muy buenas me hacía pensar de mi persona que era poco inteligente y no valía. Pero con el tiempo aprendí a confiar en mí. Cuando un profesor me dijo que yo no podría ejercer una carrera por primera vez, decidí confiar en mi misma y estudiar: Me saqué enfermería con notable alto. Pero después de acabar la carrera mis inseguridades y mis miedos me llevaron a una depresión enorme por la presión de mi carrera, por mi responsabilidad. Pero me recuperé, trabaje muchos años, estudié dos masters, me case con un buen hombre y tuve una hija preciosa. En definitiva: Confié en mí y en mis capacidades, luché por mi hija y es que si algo he aprendido de la depresión es que se ha de confiar en una misma. Quererse; hacerse respetar, pero con un equilibrio emocional y no de forma agresiva, ni de forma pasiva sino asertiva (porque es muy peligroso dejar que todo el mundo te diga lo que tienes que hacer lo que ellos o ellas creen). Si te insultan es algo traumático para cualquier persona, porqué al no poder defenderte sientes una frustración constante, y la frustración y desesperanza lleva a la depresión. Por eso tenemos que tratarnos como el mejor amigo que tenemos; cuidarnos con una buena alimentación; ejercicio; mantenernos ocupados; relaciones sociales; equilibrio emocional; confiar en nosotros mismos y darnos cuenta que todas somos seres humanos y tenemos nuestra valía. No permitamos que otros, sin que les hayamos dado motivo, nos ninguneen.
Para acabar diré un refrán muy apropiado para este artículo: Ni eres más santo porque te alaben, ni eres más vil porque te desprecien, lo que eres, eso eres.
Conclusiones: Hemos de creer en nosotros mismos, resaltar las cosas positivas, hacernos respetar y confiar en nuestras posibilidades, que son muchas. Porque solo uno mismo sabe hasta donde es capaz de llegar y si uno se lo propone a conciencia, puede conseguir cosas maravillosas y cuando consigues los objetivos que te propones, sean grandes o pequeños, emana la satisfacción del trabajo bien hecho. Y esa es la verdadera felicidad, aunque no sea tan eufórica.
Blanca Aguilera
Activamente
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