El Periódico de la Psicología www.elperiodicodelapsicologia.info info@elperiodicodelapsicologia.info +34 675763503
Un análisis crítico del legado de Bert Hellinger, el controvertido padre de las Constelaciones Familiares, cuyo método divide aguas entre la revelación profunda y el riesgo ético.
Por Dra. Montes. Psicoterapeuta sistémica
Recuerdo la primera vez que presencié una constelación familiar. Fue en un congreso hace ya años. El ambiente era de una concentración absoluta, casi religiosa. Las personas moviéndose en el espacio como títeres de una fuerza invisible, el silencio cargado, la voz grave del constelador guiando el proceso. Salí de allí con una sensación contradictoria: por un lado, una inquietud profunda; por otro, una fascinación por la potencia dramática y narrativa de lo que había visto. Detrás de ese método, omnipresente hoy en talleres y hasta en algunos consultorios, está la figura descomunal y polémica de Bert Hellinger.
¿Fue un genio intuitivo que descubrió las leyes ocultas de los sistemas humanos o un pensador dogmático cuyas ideas pueden resultar iatrogénicas?
Para entenderlo, hay que bucear en su biografía atípica. Sacerdote católico durante 16 años, misionero entre los zulúes en Sudáfrica, psicoanalista, formado en dinámica de grupos y terapia primal. Hellinger fue un collage vital. De esa mezcla, destiló lo que llamó “los Órdenes del Amor”, principios como la jerarquía, la pertenencia y el equilibrio entre el dar y el tomar en los sistemas familiares. Su premisa central es potente: patrones de dolor, fracaso o enfermedad pueden ser “lealtades invisibles” a destinos de ancestros excluidos o injusticias no reconocidas.
La fuerza de su método reside en su carácter experiencial y fenomenológico. No se habla sobre el problema; se representa. Y ahí, en ese teatro sagrado, emergen movimientos del alma que a menudo sorprenden por su precisión emocional. He visto, en mi práctica como supervisora, cómo una constelación puede destrabar en minutos un nudo que la terapia conversacional trabajaba durante meses. La cliente que sentía un bloqueo inexplicable para formar una familia y que, al representar su sistema, “descubre” una tía abuela fallecida en un manicomio, de quien nadie hablaba. El alivio que llega con el simple acto de incluir, de honrar. Esa es la magia –y el riesgo– del legado hellingeriano.
Pero aquí es donde debemos, como comunidad psicológica, ejercer nuestro espíritu crítico. La sombra de Hellinger es alargada y problemática. Tres puntos generan un profundo malestar:
El dogmatismo y los enunciados peligrosos: Hellinger hablaba desde un lugar de autoridad casi papal. Sus frases (“El aborto es peor que el asesinato”, “La víctima sigue al perpetrador por amor”) no son hipótesis, son sentencias. Esto choca frontalmente con la ética del cuidado y el respeto a la subjetividad. En manos de consteladores poco formados o demasiado seguros, estas “verdades” pueden ser devastadoras para una persona que ha sufrido un abuso o que tomó una decisión dolorosa.
La cosificación y el rol del facilitador: El proceso puede volverse mecánico. La “sabiduría del campo” a veces parece justificar cualquier intervención del guía. ¿Dónde queda la construcción narrativa conjunta, la alianza terapéutica? Existe el peligro de que el constelador, creyéndose canal de una verdad superior, imponga su lectura del sistema.
La falta de evidencia científica: Este es el talón de Aquiles. Las constelaciones operan en un territorio difícil de medir, de validar con los estándares de la psicología basada en la evidencia. Su eficacia se sustenta en testimonios y experiencia clínica, lo que la hace vulnerable a la crítica de ser un “pensamiento mágico” estructurado.
EPP www.elperiodicodelapsicologia.info medio de comunicación especializado y Humanista ISSN 2696-0850 Barcelona