El Periódico de la Psicología. viernes 26.09.2025. Barcelona. www.elperiodicodelapsicologia.info
Una entrevista escrita desde una perspectiva humanista, centrada en la dignidad, la experiencia y la capacidad de transformación del ser humano.
Está redactada con sensibilidad y profundidad, para ser usado como artículo divulgativo, testimonial o incluso terapéutico.
Escuchar el Dolor, Acompañar la Vida: Entrevista Humanista a una Persona con Depresión
Psicología, comprensión y humanidad al servicio del alma.
“No siempre lloraba. A veces, simplemente no sentía nada. Como si el mundo pasara delante de mí, y yo no estuviera realmente dentro. Solo estaba… sobreviviendo.”
Así comienza su relato Lucía, una mujer de 34 años que ha convivido con la depresión durante años. Su historia, aunque profundamente personal, resuena con miles de personas que, en silencio, caminan por la vida cargando un dolor que muchas veces no tiene nombre ni permiso para mostrarse.
Desde una mirada humanista, nos acercamos a su experiencia no como un caso clínico, sino como un testimonio vivo del alma humana en su búsqueda de sentido, de alivio, de reencuentro consigo misma.
El inicio invisible de la caída
Lucía describe sus primeros síntomas como una “niebla” que fue cubriendo lentamente su vida emocional.
“No fue de golpe. Era como una tristeza que no se iba.
Al principio pensaba que era estrés, cansancio, un mal momento… pero se volvió constante. Y cuando me quise dar cuenta, ya no podía salir de la cama. Me dolía todo, pero sobre todo, me dolía existir.”
Esta descripción refleja una vivencia común en los procesos depresivos: la pérdida progresiva de la vitalidad, del deseo, del interés por el mundo. No se trata solo de “estar triste”, sino de una desconexión profunda con el propio ser y con la vida.
Cuando el cuerpo también habla
Más allá del estado emocional, la depresión suele tener síntomas físicos y cognitivos que afectan la vida cotidiana.
Lucía lo explica con palabras sencillas:
“Tenía insomnio, me costaba concentrarme, perdí el apetito. Me sentía culpable por todo. Incluso por no estar bien. Me decía: ‘con todo lo que tienes, ¿por qué estás así?’. Como si la tristeza necesitara permiso para existir.”
Desde el enfoque humanista, es crucial validar el dolor sin juzgarlo, comprender que cada ser humano responde a su historia, a sus vínculos, a sus heridas.
No hay jerarquía en el sufrimiento: si duele, es real, y merece ser escuchado.
El punto de inflexión: Pedir ayuda
El proceso de pedir ayuda no siempre es inmediato. La vergüenza, el miedo a ser juzgado o la creencia de que “uno debería poder solo” son barreras comunes.
Lucía lo vivió así:
“Toqué fondo. Una amiga me dijo: ‘necesitas ayuda’. Esa frase fue como una mano en medio del abismo. Empecé terapia. Al principio me sentía rota, como si no hubiera nada que rescatar. Pero poco a poco, entendí que no estaba rota… estaba herida.”
Este giro es esencial. Desde el humanismo, no vemos al ser humano como un conjunto de síntomas a corregir, sino como una persona que, en su dolor, está buscando sentido, amor, conexión, autenticidad.
Terapia: un espacio para reencontrarse
Lucía encontró alivio en la terapia cognitivo-conductual, pero también en una terapeuta que trabajó con enfoque integrativo, permitiéndole abordar sus heridas emocionales más profundas.
“Comprendí que mi depresión no era sólo química. Había vacíos, abandonos, necesidades emocionales no satisfechas desde mi infancia. Sanar fue empezar a mirarme con ternura. A cuidarme como nadie lo hizo antes.”
La terapia, desde un enfoque humanista, no es una receta técnica, sino un encuentro humano entre dos personas: una que sufre, y otra que acompaña con respeto, sin imponer, sin dirigir, sino sosteniendo y favoreciendo el proceso interno del otro.
El poder de lo cotidiano
A lo largo de su recuperación, Lucía encontró en los pequeños actos cotidianos un camino de regreso a sí misma:
“Dormir bien, salir al sol, caminar despacio, comer aunque no tenga ganas, poner música suave, hablar con alguien que me escuche sin juzgar… Todo eso es parte de mi sanación. Aprendí a ser amable conmigo.”
La autocompasión, muchas veces ignorada en el camino de la sanación, es en realidad una de las herramientas más poderosas. Y no significa lástima, sino cuidarse con dignidad: reconocerse como alguien valioso, incluso en medio de la oscuridad.
Mirar hacia adelante con esperanza
La depresión no desaparece mágicamente. Pero con el tiempo, con acompañamiento, con amor, con recursos internos y externos, muchas personas logran reconstruir un vínculo más sano consigo mismas. Lucía así lo expresa:
“Sé que puede volver. Pero ya no soy la misma. Ahora tengo herramientas, tengo apoyo, tengo conciencia. Y sobre todo, tengo compasión por mí misma. Ya no quiero desaparecer. Ahora quiero estar. Quiero vivir.”
Un mensaje para quien está sufriendo.
Le pedimos a Lucía que dejara un mensaje para quienes hoy están atravesando una depresión y sienten que no pueden más:
“No estás solo. Aunque tu mente te diga lo contrario, hay personas que quieren ayudarte. No eres débil. No es tu culpa. Y sí… hay salida. Busca ayuda. Habla. Escribe. Respira. Llora. Pide. Mereces estar bien. Mereces amor. Aunque hoy no lo creas, hay un futuro esperándote con ternura.”
Humanidad, siempre
La depresión no es un error. Es una llamada profunda del ser humano cuando se rompe el puente entre la vida y el sentido. Escuchar ese dolor es el primer acto de respeto hacia quienes lo sufren.
Desde el humanismo, creemos que todo ser humano, incluso en su herida más honda, conserva la capacidad de sanar, crecer y amar. Como decía Carl Rogers: “Cuando me acepto tal como soy, entonces puedo cambiar.”
Que esta entrevista sirva como puente, como abrazo, como faro.
Porque comprender al otro en su dolor es también un acto de amor hacia toda la humanidad.
info@elperiodicodelapsicologia.info medio de comunicación especializado ISSN 2696-0850 Teléfono: +34 675763503