La fibromialgia no es una condición inusual en la población, de hecho, la Asociación Nacional de Fibromialgia de los Estados Unidos (NAF) estima que cerca del 3-6 % de las personas en el mundo son diagnosticadas con esta enfermedad, que se caracteriza por dolores musculoesqueléticos generalizados sin una causa aparente.
Los síntomas de fibromialgia son, no obstante, parte de un misterio que todavía confunde a los médicos. No se sabe muy bien el origen de esta condición, aunque se piensa que existe un fuerte vínculo entre su prevalencia y:
La genética, ya que suele verse la fibromialgia en una misma familia y se cree que puede deberse a mutaciones que favorecen su desarrollo.
Posibles infecciones que derivan de ciertas enfermedades capaces de empeorar la fibromialgia.
Traumas físicos o emocionales, como accidentes vehiculares o exceso de estrés.
Los síntomas de la “enfermedad invisible”, pueden presentarse en hombres y niños de todos los grupos étnicos, aunque las mujeres como conglomerado representan el 75-90 por ciento de pacientes diagnosticados con fibromialgia, de acuerdo con la NAF.
Los síntomas
Las personas que sufren de fibromialgia normalmente reportan experiencias de dolor prolongadas que les impiden llevar una vida normal. Los científicos piensan que esto puede deberse a una sobreestimulación de los nervios sensitivos asociados con la señal de dolor.
En otras palabras, lo que los pacientes de fibromialgia experimentan no es necesariamente ocasionado por un agente externo o por inflamación muscular, sino por una alteración en la forma que percibe el dolor nuestro cerebro.
La sintomatología frecuente que puede dar indicios de la presencia de esta condición incluye:
Dolor generalizado, que puede sentirse como una sensación de ardor o un dolor agudo y punzante.
Sensibilidad extrema en todo el cuerpo, a tal grado que incluso el roce mínimo puede ser doloroso. Además, la sensación de dolor luego de golpearse con algo puede permanecer durante días.
Fatiga o cansancio extremo, que puede ser similar a la sensación de agotamiento que se experimenta a menudo durante la gripe y otras enfermedades.
Mala calidad del sueño, generalmente porque los pacientes con fibromialgia pueden despertarse cansados, incluso cuando han dormido lo suficiente.
Problemas cognitivos (también llamados ‘fibro-niebla’) relacionados con lentitud o confusión en los procesos mentales, como pensar y aprender. Las personas con fibromialgia pueden tener problemas para recordar y aprender cosas nuevas, problemas de atención y concentración, y habla lenta o confusa.
Dolores de cabeza que a menudo surgen luego de haber sufrido rigidez en el cuello y los hombros con frecuencia.
Síndrome del intestino irritable (IBS), una afección digestiva común que causa dolor y distensión abdominal.
La fibromialgia también puede provocar estreñimiento o diarrea.
Además de los síntomas mencionados, algunas personas pueden experimentar:
Mareos y torpeza.
Una temperatura corporal irregular (demasiado caliente o demasiado frío).
Síndrome de piernas inquietas, que se caracteriza por querer mover o sacudir las extremidades inferiores.
Hormigueo, entumecimiento, picazón o ardor en las manos y los pies (la sensación de estar siendo pinchado con cientos de alfileres y agujas, lo que se conoce como parestesia).
Periodos menstruales inusualmente dolorosos en las mujeres.
Ansiedad.
Depresión, que se presenta más que nada como consecuencia de lo difícil que puede ser manejar la experiencia de la fibromialgia.
La fibromialgia se atiende por dos vías principales: la farmacológica y la terapia, que resulta un punto de convergencia para disciplinas como la psicoterapia, la fisioterapia y la terapia ocupacional.
Los medicamentos de uso común, que pueden ayudar a reducir el dolor y mejorar la calidad del sueño, suelen ser:
Analgésicos de venta libre como el paracetamol (Tylenol, otros), el ibuprofeno (Advil, Motrin IB, otros) o el naproxeno sódico (Aleve, otros). Un médico podría sugerir también un analgésico recetado como el tramadol (Ultram), sin embargo, no se recomiendan los narcóticos porque pueden conducir a la dependencia o empeorar la situación con el tiempo.
Antidepresivos. La duloxetina (Cymbalta) y el milnacipran (Savella) pueden ayudar a aliviar el dolor y la fatiga asociados con la fibromialgia. Un médico puede recetar amitriptilina o el relajante muscular ciclobenzaprina para promover un mejor sueño.
Medicamentos anticonvulsivos que suelen usarse para tratar la epilepsia a menudo son útiles para reducir ciertos tipos de dolor. La gabapentina (Neurontin) a veces sirve para reducir los síntomas de la fibromialgia, mientras que la pregabalina (Lyrica) fue el primer medicamento aprobado por la Administración de Medicamentos y Alimentos de los Estados Unidos (FDA) para tratar la fibromialgia.
En cuanto a las terapias más efectivas para complementar el tratamiento farmacológico, existen:
Terapia física, donde un profesional puede enseñarnos ejercicios que mejorarán nuestra fuerza, flexibilidad y resistencia. Los ejercicios acuáticos son especialmente recomendados.
Terapia ocupacional. Un terapeuta ocupacional puede ayudarnos a realizar ajustes en el área de trabajo o la forma en que realizamos ciertas tareas para causar menos estrés a nuestro cuerpo.
Psicoterapia. Hablar con un consejero puede ayudarnos a fortalecer la creencia en nuestras habilidades y enseñarnos estrategias para enfrentar situaciones estresantes.
También existen prácticas alternativas que pueden ser altamente eficaces para contrarrestar los síntomas de la fibromialgia, como la acupuntura, los masajes, el yoga y cambios en nuestro estilo de vida, como el ejercicio regular.
Ojo: no siempre es fibromialgia
Incluso si sentimos que nuestro cuadro sintomatológico encaja a la perfección con la fibromialgia, es importante buscar el diagnóstico de un profesional de la salud, puesto que la fibromialgia puede ser confundida con otras condiciones médica que también causan dolor, dolores musculares y fatiga; entre ellas:
El hipotiroidismo, que surge cuando la glándula tiroides no produce suficiente hormona.
La artritis reumatoide o lupus, que causa hinchazón y dolor.
La osteoartritis, un tipo de artritis de “desgaste”.
La espondilitis anquilosante, un tipo específico de artritis que causa dolor e inflamación en la columna vertebral.
La polimialgia reumática, un trastorno que causa dolor y rigidez generalizados de forma súbita.
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