Laura Molet- IARPP 2024 Yucatán (México)
Los contextos de desarrollo pueden ser difíciles, negligentes y/o traumáticos, por lo que el famoso dicho «Hogar dulce hogar» está, desafortunadamente, abierto al debate. Dependiendo de los patrones de relación de la persona, de los vínculos que se hayan co-construido con los cuidadores tempranos, el sabor puede haber sido dulce o no tan dulce, agrio, amargo, picante, o tener un regusto que varía entre agradable o desagradable. El entorno ideal es aquel en el que hay sintonía entre los estados cambiantes del bebé y la capacidad del cuidador para adaptarse a esos cambios.
El bebé aprende a autorregularse dentro de la regulación interactiva de la díada madre-lactante en sintonía (Dana, 2018 citado en Deprez-Molet, 2020). Cuando se producen momentos de ruptura, la madre regulada y sintonizada se da cuenta y procede a reparar, por lo que el bebé experimenta seguridad en la regulación interactiva y puede construir un vínculo de apego seguro (Dana, 2018), material indispensable para co-construir un Hogar Relacional.
La búsqueda o afán de pertenencia, de tener un hogar, es uno de los objetivos en la psicoterapia relacional. Muchas de las personas que sufren y que nos piden ayuda sienten que no pertenecen. Los humanos somos seres sociales y relacionales que necesitamos un intercambio relacional para regular nuestras emociones. También necesitamos sentir que formamos parte de un grupo. Estos sentimientos de inclusión nos salvan de la alienación y de ser y sentirnos extraños, con las consecuencias que ello implica a nivel emocional, social y personal. La sintomatología más grave es el resultado de una lucha desesperada por pertenecer y de la experiencia devastadora del rechazo que ha dejado a quienes lo sufren con pocos recursos, pocas habilidades y con capacidades socio-relacionales tambaleantes desde la infancia. Estos sujetos no han vivido su hogar como algo mínimamente dulce. Pero a veces como adulto también puedes experimentar que tu «dulce hogar» de repente no es tan dulce. Más adelante hablaré de mi experiencia de sufrir un robo: Representó la destrucción repentina de mi hogar interno y externo.
Entendemos un hogar relacional como un contexto humano de acogida y comprensión emocional que nos permite validar, contener e integrar estados de conciencia traumatizados. Para sanar y curar las heridas de experiencias emocionales y relacionales traumáticas, es imprescindible disponer de un espacio que genere confianza, confort y sintonía emocional: Un hogar acogedor. (Stolorow, 2005, Seiden, 2009- De Peyer,2026- Molet, 2013, 2014, 2018, 2022 ).
Como estamos hablando hoy aquí en Yucatán, México, en nuestro hogar relacional suficientemente bueno, me gustaría utilizar el concepto maya de «hogar», descrito en el programa de este congreso, que estaba profundamente entrelazado con la espiritualidad, la comunidad y el entorno natural. Un espacio sagrado donde convergen el pasado, el presente y el futuro, fomentando un fuerte sentido de identidad y pertenencia dentro de la civilización maya más amplia. Este sentido de identidad y pertenencia es en realidad el mismo que utilizamos para ayudar a nuestros pacientes a integrar sus experiencias traumáticas del pasado para que sean significadas y evitar la repetición interminable del pasado; como dice Stolorow (2012), el trauma rompe la unidad y la linealidad del tiempo.
El hogar se considera una extensión del yo y de la identidad personal, lo que sugiere que los individuos expresan sus pensamientos, sentimientos y comportamientos a través de su hogar. La transformación del hogar en una parte del yo aumenta el funcionamiento psicológico de la persona, y una demolición repentina del hogar puede hacer que la persona desarrolle sufrimiento psicológico o trauma. El hogar forma parte integrante del sentido del yo, hasta el punto de que, cuando se pierde, se hace necesaria una reorganización del yo. Necesitamos un Hogar y también un Hogar Relacional, pero ¿qué ocurre cuando llegas a casa después de un largo viaje, cansado pero también feliz y satisfecho de tu trabajo, y al abrir la puerta ves que tu casa ha sido violentamente saqueada? Te encuentras con que te han robado tus joyas, tus pertenencias, esas partes de ti que no sólo te pertenecían a ti, sino también a tu madre, a tu abuela y a tu bisabuela, que forman parte de tu historia y de tu historia familiar. Es tan abrumador, tan devastador, tan destructivo y doloroso que requiere una reorganización de tu yo. Realmente sientes que te han robado una parte de tu ser, de tu esencia, entiendes lo que significa el TEPT: el miedo, la rabia, la humillación, el dolor y el temor a que vuelva a ocurrir. Todo esto te mantiene congelado y atrapado.
Después de aquel terrible momento, cada vez que volvía a casa temía que los ladrones hubieran vuelto; poner palabras a los sentimientos, me permitió procesar y elaborar el duelo: se trata de un proceso básico para sanar e integrar experiencias traumáticas y dolorosas. En este sentido, son tan útiles las formulaciones de «The infinity of the unsaid» (2021) y «Unformulated experience», conceptos acuñados por D. Stern, que pueden aplicarse tanto a los sentimientos verbales como a los no verbales: formular contenidos, crearlos o darles sentido. Se trata de contenidos emocionalmente prohibidos pero cognitivamente factibles. Estos contenidos forman parte de la experiencia potencial que se mantiene en estado no formulado por razones de defensa inconsciente, es decir, están disociados. La formulación es un episodio de insight: formular una experiencia le da sentido. ¿Cuál es la línea divisoria entre la experiencia formulada y la no formulada? Un cambio en el campo interpersonal hace posible que los participantes, por ejemplo, paciente y terapeuta, formulen una experiencia hasta entonces no formulada. Cuando surge un nuevo significado, es porque ahora algo puede tolerarse o aceptarse donde antes no podía. El No-Yo se convierte en Yo – la subjetividad que había estado no formulada, no significada, disociada, «no yo» se convierte en formulada, se integra en el «yo» y forma parte del mismo. Esto es un aspecto fundamental del trabajo que hacemos con nuestros pacientes y también con nosotros mismos cuando tenemos que superar las vicisitudes de la vida. Entonces, el desafío es que haya un otro disponible para sostener el dolor y poner palabras al silencio. Gracias a ese otro que acoge y sostiene el dolor silenciado, se puede construir, y también reconstruir, un hogar relacional donde antes habitaba la orfandad emocional. (Stolorow 2005, Molet,2018).
Tu hogar ha cambiado, ya no es el mismo. Algo se ha dislocado, el alcance de la experiencia traumática es personal. Necesitas replantear y resignificar el concepto de hogar: una resignificación nacida de una convulsión. Quizá los únicos límites de la mente humana sean aquellos en los que creemos, dice Willis Harman (1988) (citado por De Peyer). “Al límite de la intimidad” (como lo define D. Ehrenberg (2016)) de la relación podemos ampliar el ámbito de la interacción psicoanalítica del terreno analítico y humano al personal, en este caso la relación entre el ladrón y el desvalijado; ¿cómo se construye esta interacción no deseada? Cuando tu casa, tu espacio íntimo es asaltado, robado, las cosas sustraídas, ¿dónde queda el reconocimiento y el respeto mutuo? Refiriéndose a los límites, Roberto Vargas dice «El límite es una frontera o un espacio que puede ser habitado, por frágil y estrecho que parezca» (Vargas, 2022). El límite son las paredes, los muros o la línea divisoria entre la experiencia formulada y la no formulada, entre el consciente y el inconsciente.
Hace unos días descubrí a un artista italiano contemporáneo, Matteo Pugliese, (Milán, 1969) que tiene una serie de esculturas titulada Extra Moenia – ¿es el alma humana la materialización de un sentimiento? Puede dar forma a aquellos que escapan, que buscan, que navegan por la vida. Personajes que luchan contra las reglas y las libertades. Personajes de tamaño épico que saltan, cruzan y atraviesan la realidad. Almas. ¿Se liberan del muro o se los traga?
Sin embargo, los sentimientos que estas piezas evocaban en mí eran muy diferentes, figuras siniestras, manos invasoras, manos que tocan, destruyen, roban, contaminan; la figura proyecta una sombra amenazante que me conecta con la Sombra del Tsunami de Bromberg (2011). Mi experiencia fue la de un tsunami emocional, la de ser arrastrada por una fuerza arrolladora.
La originalidad de estas esculturas de bronce y bronce plateado es fragmentaria, como sentí mi experiencia interior en ese momento. ¿Podrían sugerir un estado de fragmentación del yo? ¿Podrían representar los muros del hogar, hogar dulce hogar, que no protegen lo suficiente? ¿Muros frágiles, porosos, débiles, que pueden romperse, dañarse, maltratarse, etc.?
Las esculturas muestran cuerpos musculosos contorsionados que emergen de la pared de la que están en constante lucha por escapar. Aquí también podríamos asociarlo con el atrapamiento o el bloqueo que supone estar prisionero de un síntoma que genera malestar y sufrimiento: los rostros de las figuras expresan dolor. Me identifiqué con lo que expresan: una mezcla de sentimientos de impotencia, frustración y tristeza, todo ello tan alejado del concepto omnipotente de «Hogar, dulce hogar» que te envuelve y te reviste de un ropaje que destila seguridad, bienestar, confianza y fortaleza.
La obra más icónica del artista es «El Secreto»: los secretos que el artista guarda en su obra, secretos de familia, etcétera. Evoca tantas experiencias silenciadas y engloba la infinidad de lo no dicho, y la importancia de poder dar voz a lo no dicho para liberarse del atrapamiento. Lo que nadie nos ha explicado es que el silencio no nos protege. Al contrario, el silencio crece como un cáncer, y susurra en el sonido del silencio. (Molet,L. 2018)
El último libro de Galit Atlas nos recuerda que: «La herencia emocional trata sobre las experiencias silenciadas que nos pertenecen no solo a nosotros, sino también a nuestros padres, abuelos y bisabuelos, y sobre las formas en que impactan en nuestras vidas. Son estos secretos los que a menudo nos impiden vivir con todo nuestro potencial. Afectan a nuestra salud mental y física, crean brechas entre lo que queremos para nosotros y lo que podemos tener, y nos persiguen como fantasmas». (Atlas, 2022)
En el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (el MALBA), Fernanda Laguna propone el concepto de «marco recortado», dándole al marco un papel activo para transformar la estructura tradicional donde lo que se busca ya no es el resultado de una estética precisa, sino que se abre a las contingencias de la naturaleza material cotidiana y artesanal. Encuentro aquí un paralelismo con el giro relacional en el que el marco/contexto ya no es rígido e inmutable, y en el que nosotros como terapeutas nos convertimos en agentes activos en la co-construcción del trabajo analítico, dejando atrás el concepto clásico del analista neutral y las mentes aisladas.
Si el marco se recorta en el arte, también puede ser una metáfora de la falta de marco, sustento y disponibilidad en las familias actuales, donde el tiempo que los padres dedican a sus hijos se ha recortado tanto. Este punto podría resonar con el hecho de que el típico cliché de «Hogar, dulce hogar» no siempre es cierto: no siempre es dulce ni seguro. Tampoco garantiza la conexión emocional ni la disponibilidad de figuras de referencia debido a la ruptura de la estructura familiar en la que los padres están en crisis, los hijos perdidos y las familias sumidas en el caos (parafraseando a Vargas, 2022). Otra asociación podría aplicarse a este marco que ha sido cortado y atravesado violentamente por las paredes de tu casa cuando te han robado.
No sentirte seguro en tu propia casa y escapar por unos momentos o días a la seguridad de otro espacio sería como lo que Janine de Peyer (2016) llama «un ‘santuario relacional’ temporal»; puede ser sanador no sólo para nuestros pacientes sino también para nosotros mismos, siempre que sea temporal y transformador. Buscas refugio y seguridad en otro lugar, además de sentir que tienes buena compañía, necesitas sentir que alguien se pondrá de tu parte, está de tu lado. Esto me ocurrió los primeros días después de volver a casa; tras el robo busqué mi propio santuario relacional temporal. Esto me permitió estar en condiciones de volver, afrontar y contener mi pánico inicial (cada vez que abría la puerta de casa me aterrorizaba que alguien hubiera vuelto a entrar) y transformarlo en miedo, que poco a poco se ha ido transformando y diluyendo.
Y ahora mismo me resuena la letra de la canción de Simon y Garfunkel «Bridge over troubled water»:
… y cuando los tiempos se ponen difíciles y los amigos no se encuentran como un puente sobre aguas turbulentas
Me acostaré…
… te consolaré
tomaré tu parte…
cuando llegue la oscuridad
y el dolor te rodee,
como un puente sobre aguas turbulentas,
me recostaré,
Como un puente sobre aguas turbulentas,
me tumbaré…
Como dice la letra, como todos sabemos, todos necesitamos encontrar seguridad y consuelo, disponibilidad del otro para ayudarnos a cruzar el puente sobre aguas turbulentas, sea cual sea esa agua.
Si podemos procesar nuestro propio dolor, podemos ofrecer un espacio, un hogar relacional, teñido por la vulnerabilidad mutua y la honestidad emocional. Un lugar donde podamos reconocer al otro con todo su dolor. Entonces estaremos disponibles para estar con el otro, escucharle, acogerle y soportar nuestro dolor con el dolor de nuestro paciente.
GRACIAS
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