Rozalén: “La falta de empatía es la gran enfermedad del mundo“
El compromiso de Rozalén con las causas sociales está claro, y su lucha más activa es a través de sus letras con temas sobre la salud mental o las muertes de migrantes camino a Europa. ¿Su apuesta? La empatía: “deberíamos agitarnos más ante la deshumanización”. Hablamos con ella para nuestra revista. Médicos sin fronteras
Valeria S. Chamorro e Ivan Muñoz
Hay unos versos de la canción La línea, que dicen: “Ahorros de toda una vida, un viaje sin garantías, los recursos de tu continente llenando mi copa fría, enfrentarse a la muerte como única salida”. ¿Qué opinión te merece cómo la vieja Europa recibe a estas personas?
Me da mucha pena que no se valoren ciertas vidas por su procedencia o color de piel y que se distinga entre unas personas migrantes y otras. No siento orgullo por el maltrato a quienes solo buscan una vida mejor.
En tu colaboración con La Ronda de Boltaña en La tumba de la golondrina cantáis “¿Te he de recordar el niño ahogado que trajo el mar? ¿O a los que llorando vagan solos por el desierto?”. ¿Nos estamos acostumbrando a los naufragios de los migrantes? ¿Hemos perdido ante la indiferencia?
Me encanta que La Ronda de Boltaña nos recuerde que uno nunca sabe cuándo puede ser migrante y que en este país nuestros antepasados tuvieron que migrar y en muchas ocasiones no les trataron bien, sino que tuvieron vidas muy difíciles. Yo creo que nos estamos quedando sin memoria y que nos estamos acostumbrando a ciertas imágenes, a que las cosas nos duelan unos segundos y sean efímeras, a que no nos importen. Es decir, si todo lo que te rodea está bien, lo del resto no tiene importancia ninguna.
¿Nos falta empatía?
Claro que nos falta empatía. Siempre digo que esta es la gran enfermedad del mundo. Si fuésemos de verdad capaces de sentir en la piel de los otros y de ponernos en su lugar, no nos quedaríamos de brazos cruzados. Parece que, si no es algo que te toque a ti directamente, no sales a luchar por ello. Estamos siendo partícipes de todas las cosas que vemos que ocurren y no hacemos nada. Que sí, que es muy difícil, pero deberíamos agitarnos un poco más ante la deshumanización a la que nos estamos acostumbrando.
Estudiaste Psicología e ibas para cooperante. Podrías haber terminado trabajando en alguno de nuestros proyectos de salud mental.
Pues mira, nunca se sabe y además la vida da muchas vueltas. En mi caso está todo muy mezclado y cada vez hago más cosas con asociaciones y ONG. Es algo que me pone los pies en la tierra y que me emociona. Sufro mucho, porque soy una persona hipersensible, pero creo que mi vida tiene más sentido cuando me acerco a realidades que son mucho más difíciles que la mía.
Las canciones también son una buena forma de luchar contra el estigma, como haces en Te como a besos con el VIH.
A veces, a través de una canción es como más hermoso resulta hacer pensar a la gente o trabajar la empatía. La música es un medio muy amable para decir cosas y lanzar mensajes. La música, y el arte en general, ha ido siempre tan ligada al ser humano que forman un todo unitario. Y la música en particular te lleva de una emoción a otra, te hace desahogarte, evadirte, reflexionar… Y eso puede hacer mucho bien.
Son muchas las referencias a la salud mental en tus temas. ¿Qué hace falta para que se normalice de una vez por todas el hecho de ir a terapia?
Yo creo que cada vez está más normalizado, pero todavía sigue siendo un tabú y queda mucho miedo a decir que vas a terapia o al psicólogo porque se relaciona con la locura o con estar fatal. Lo que no hace falta es estar al límite para querer conocerte más, querer mejorar y tener herramientas. La generación más joven lo tiene más interiorizado, aunque es verdad que para nuestros mayores era todo de otra manera. Ojalá poco a poco se termine de normalizar. Sería muy bueno para la salud de la sociedad.
La puerta violeta es una canción contra la violencia machista. Parece que por cada barrera que tumban las mujeres, se levantan otros tantos muros.
Solo hay que mirar las cifras de este año y cómo están aumentando los asesinatos machistas o lo que está pasando en el mundo del fútbol. Son tantas las cosas que pasan y que nos dicen que todavía queda mucho por hacer… Por supuesto que se agradece y hay que alabar cada paso que se da, pero es una revolución lenta. El machismo está demasiado arraigado en la cultura y hay un porcentaje que no quiere renunciar a sus privilegios, que quiere incluso dar pasos hacia atrás. Así que… Habrá que seguir.
Para finalizar, ¿qué música le pondrías al trabajo de organizaciones como la nuestra?
Claramente Girasoles. Yo hice esa canción para dedicársela a la gente que te hace seguir creyendo que todo vale la pena y que te hace pensar que la mayoría de las personas son buenas. Así que, Girasoles es para vosotros.
Fuente: Revista de Médicos sin Fronteras
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