Imagínate por un momento caminando por una playa al atardecer, donde cada huella en la arena representa un pensamiento, una creencia o una acción en tu vida. Desde lejos, este rastro parece seguir una línea recta, una secuencia lógica y coherente que se dirige hacia un destino claro y definido. Pero a medida que te acercas, notas que cada huella tiene su propia forma, profundidad y dirección, algunas incluso se desvanecen antes de que puedas discernir a dónde llevaban.
Esta es la imagen viva de nuestras vidas: una colección de momentos y decisiones que, vistos desde la distancia, parecen formar un camino coherente, pero que de cerca revelan su verdadera naturaleza caótica y sin patrón.
La coherencia, ese faro de claridad que muchos buscan en la odisea personal del sentido y propósito, podría no ser más que una ilusión, un espejismo en el horizonte que promete orden en el caos, seguridad en la incertidumbre. Nos aferramos a la idea de coherencia como un náufrago a un trozo de madera en medio del océano, esperando que nos guíe hacia tierra firme. Sin embargo, ¿qué sucede cuando esa
madera resulta ser solo un espejismo?
Históricamente, filósofos como Heráclito nos han recordado que «no se puede entrar dos veces en el mismo río», sugiriendo que la vida es un flujo constante de cambio e incoherencia. A pesar de esto, la sociedad moderna, con su sed de certezas y definiciones claras, nos empuja hacia la búsqueda de una coherencia inalcanzable. Nos vestimos con trajes de creencias e identidades, creyendo que estos disfraces nos protegerán de enfrentar nuestro ser desnudo y vacío de significado.
Pero ¿qué pasaría si comenzáramos a ver la incoherencia no como un enemigo a vencer, sino como el estado natural de nuestra existencia? Al igual que un pintor abstracto que arroja colores al lienzo sin seguir un patrón definido, nuestra vida es una obra de arte en constante creación, donde el valor no reside en la precisión de las líneas, sino en la expresión auténtica del ser.
La creencia en una coherencia absoluta se desacredita a sí misma al albergar dentro creencias e identidades que son meros disfraces para un ser más profundo, uno que trasciende las etiquetas y las definiciones. Al aferrarnos a estas máscaras, perdemos la oportunidad
de experimentar la vida en toda su riqueza y complejidad.
Manu Ferriz
Escritor.
Creador y FUNDADOR de ARACE-LI HOSPITAL DEL ALMA Y DE LA UNIVERSIDAD DEL ALMA
EL PERIÓDICO DE LA PSICOLOGÍA
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