La amabilidad es como una almohadilla que, aunque no tenga nada por dentro, por lo menos amortigua los embates de la vida”
Arthur Schopenhauer
La amabilidad puede conceptualizarse como una virtud que va unida a otras formas de comportamiento prosocial, como la compasión, ya que su esencia conlleva un interés por beneficiar a los demás. Pero, aunque la compasión es una construcción relacionada con la bondad, los comportamientos basados en la compasión pueden llegar a ser diferentes de los actos basados en la bondad, debido a que últimos, generalmente, tienen como objetivo aumentar los comportamientos prosociales, incluso en ausencia de sufrimiento.
La amabilidad son actos o maneras de responder ante las personas con simpatía, condolencia, cooperación, ayuda, rescate, confortamiento, entrega o generosidad; por tanto, la amabilidad actúa como una conexión entre el yo y el otro que me lleva a preocuparme por él (Jeffrey, 2016). En consecuencia, la amabilidad también se enmarca dentro de una ética del cuidado, la cual hace referencia a todas aquellas actitudes de preocupación, atención, responsabilidad, competencia y capacidad de respuesta destinada a beneficiar a otras personas, sin que esto implique ningún interés personal.
Por lo anterior, se ha informado de que si bien es cierto que la amabilidad es un acto altruista que se lleva a cabo de forma individual, la selección natural además favorece el altruismo recíproco (Curry, O. et al., 2018), ya que también tendemos a ser amables con aquellas personas de las cuales esperaríamos algún tipo de beneficio.
¿Cómo funciona la amabilidad?
La amabilidad se implementa mediante mecanismos psicológicos que explican:
La simpatía para los necesitados.
La confianza, ya que propicia e inicia la cooperación.
La gratitud al devolver favores por favores.
La amistad, ya que se realiza un seguimiento de quién ha devuelto el favor y quién no.
El perdón, ayuda a reparar los favores no devueltos.
¿Por qué nos cuesta tanto aceptar un acto amable?
La amabilidad puede tener asociaciones negativas con el comportamiento condescendiente, la piedad o el paternalismo. También puede considerarse que un comportamiento amable conlleva cierto egoísmo, o lo que es peor, se puede percibir como una forma de debilidad. Por este motivo, la amabilidad es un concepto que es fácilmente reconocible, pero difícil de definir, pues a veces se nos olvida que todos somos seres humanos vulnerables y dependientes, y que necesitamos ser tratados con respecto, afecto y consideración, independientemente del contexto o las circunstancias en las cuales nos encontremos.
Es importante recordar que la amabilidad como fortaleza tiene tres componentes (Otake. K, et al., 2006) que van unidos a nuestra humanidad y que debemos intentar incluir en nuestro repertorio conductual:
La motivación para ser amable con los demás.
El reconocimiento de la bondad en los demás.
La promulgación de un comportamiento amable en la vida diaria.
Tampoco podemos olvidar que los actos bondadosos o amables son necesarios para nuestra supervivencia, para poder desarrollar y constituir nuestra propia humanidad tanto individual como grupo social, y especialmente para poder florecer como seres humanos.
¿Por qué realizar actos amables mejora el bienestar?
Ser amable satisface una variedad de necesidades humanas tanto en las personas que son amables como en las personas que reciben una acción o un comportamiento amable, ya que generan un bienestar subjetivo de felicidad, así como satisfacción con la vida y afecto positivo.
Amabilidad y felicidad en la vida cotidiana
Las investigaciones relacionadas con la amabilidad y la felicidad, han informado que tanto la gratitud como la amabilidad están estrechamente relacionadas con la felicidad. Al igual que las personas agradecidas, las personas amables también experimentan más felicidad con el simple hecho de contar los actos de bondad durante una semana; incluso, se vuelven más agradecidas (Otake K, 2006). Cuando las personas amables experimentan emociones positivas, tienen condiciones sociales más óptimas como resultado de su propia amabilidad, lo cual permite crear una espiral ascendente de mayor bienestar subjetivo y de afectos positivos más intensos como felicidad, vitalidad y esperanza; y menos afectos negativos como depresión, resentimiento y envidia. Además, en términos de cantidad y calidad, las personas felices tienen recuerdos más agradables en la vida diaria.
Peterson y Seligman (2004) colocaron la fuerza de la bondad en la categoría de virtud suprema de la humanidad, y la fuerza de la gratitud en la categoría de trascendencia; esto porque la bondad representa un comportamiento amable hacia otras personas, mientras que la gratitud se genera cuando las personas reciben amabilidad. Por tanto, la evolución ha favorecido la bondad en primer lugar, ya que ayudar a otros a veces puede dar un mejor retorno de la inversión que ayudarse a sí mismo: por ejemplo, se ha informado que las personas que pasan más dinero a otros son más felices o las personas que se ofrecen para ayudar a los demás son más saludables (Aknin, Barrington-Leigh, et al., 2013).
Amabilidad y salud mental
Realizar actos intencionales de bondad y reconocer la bondad en otros tiene resultados positivos para la salud mental, incluida la reducción de los síntomas depresivos, el aumento de la felicidad subjetiva y satisfacción con la vida.
Autores como Ballatt and Campling (2011), quienes se han ocupado de estudiar la amabilidad en la relación médico-paciente, sostienen que la bondad, o amabilidad, no es flexible, sino que inspira a las personas a construir relaciones con los pacientes y tratarlos bien, puesto que, si bien la amabilidad nos conecta con la otra persona, también nos hace conscientes de nuestras vulnerabilidades y las de los demás. En consecuencia, comportamientos como el humor apropiado, la autorrevelación y la empatía son formas en las que el médico comparte su humanidad con el paciente.
De hecho, se ha encontrado que un comportamiento poco amable puede llegar a afectar el sentido de autoestima del paciente, y que a menudo los pacientes aprecian más los actos de amabilidad que la experiencia técnica de los médicos (Jeffery, D. 2016).
Amabilidad y bienestar laboral
En el contexto laboral, algunos estudios sugieren que la amabilidad puede mitigar los efectos de la presión para afrontar situaciones difíciles, como la pérdida de personal; también mantiene o aumenta la satisfacción con la vida, la autoeficacia, la imagen y el valor del empelado, y de la organización en general (Gibb, S.; Rahman, S., 2019). Asimismo, hay estudios que relacionan la amabilidad con el compromiso, la productividad, una moral positiva, la calidad del servicio y una menor percepción del estrés laboral. Además, se ha encontrado que la amabilidad puede afectar positivamente la reputación y el éxito general de la organización, incluso cuando esta ha tenido un comportamiento poco ético (Manroop et al., 2014).
Por otra parte, los estudios orientados a la promoción de empleados, han encontrado que la bondad puede llegar a valorarse no como un acto, sino como una virtud, un valor y un principio esencial e inherentemente positivo (Baron-Cohen, 2011) a tener en cuenta para subir un escalafón más dentro de la organización.
Amabilidad y relaciones cotidianas
El altruismo familiar puede explicar la bondad en forma de amor, cuidado, simpatía y compasión hacia las personas con las cuales tenemos una relación de parentesco genético. Por su parte, el mutualismo explica la bondad en forma de lealtad, solidaridad, camaradería, mentalidad cívica, espíritu comunitario y compromiso con una causa “mayor que uno mismo”, dirigidas hacia los miembros de otros grupos con los que uno se identifica, pero también con los extraños.
En términos comparativos de género, se ha encontrado que las mujeres responden más positivamente que los hombres al observar un acto de bondad al azar, lo que sugiere que las mujeres pueden estar más en sintonía con la bondad que los hombres, y debido a esto asumen de forma natural actos de amabilidad, cuidado y compasión hacia las personas en general, lo que las convierte en grandes contribuyentes de felicidad y bienestar a nivel individual, familiar y social.
Con respecto a la felicidad y el bienestar, los estudios indican que las acciones amables, además de que cambian nuestra fisiología, también pueden verse como adaptativas, ya que contribuyen a fomentar y tener buenas relaciones personales y sociales, así como a aumentar la felicidad y el bienestar, encontrándose que, en comparación con las personas menos felices, las personas felices tienen más relaciones, que además son más cercanas y satisfactorias, tienen una vida cotidiana más agradable y sienten más gratitud en sus vidas.
De acuerdo con Kelli Harding, quién ha estudiado la amabilidad en diferentes contextos, ser amable no es una práctica fácil, ya que implica tener que aprender a sortear los conflictos y las dificultades que surgen en nuestro día a día. Sin embargo, ser amable con uno mismo y con los demás, es una práctica necesaria y fundamental para nuestro bienestar y el de la sociedad en general, y si realmente somos un poco honestos, ser amables no es tan difícil.
“Mi deseo para ti es que continúes, continúa siendo quién eres asombrando a este mezquino mundo con tus actos de amabilidad”
Maya Angelou
Dra. María Nancy Castrillón
nancycastrillon.com
EL PERIÓDICO DE LA PSICOLOGÍA – www.elperiodicodelapsicologia.info – info@elperiodicodelapsicologia.info
Teléfono: +34 675763503