Cinco formas de entrenar tu cerebro para ser más feliz

La creencia de que el cerebro humano es un órgano “de fábrica” imposible de modificar y que eso nos condena a sentir, pensar y actuar de cierta forma, ha sido durante años la excusa perfecta para no atrevernos a probar cosas nuevas, emprender proyectos que nos ilusionan, abandonar conductas que nos perjudican y, en los peores casos, resignarnos a llevar un estilo de vida que no nos satisface por la convicción de que “somos como somos” y no hay más remedio que conformarse.

Por fortuna, la neurociencia nos enseña hoy que el cerebro continúa desarrollándose a lo largo de toda la vida y que las posibilidades de aprender y adoptar hábitos perdurables no son un lujo de la adolescencia ni una capacidad que se pierda con los años, como se creía en el pasado.

Según Sarah-Jayne Blakemore, investigadora del Instituto de Neurociencia Cognitiva de la University College London (Reino Unido), es posible seguir programando nuestro cerebro para desarrollar habilidades o modificar conductas que creíamos imposibles de cambiar. Ya sea que estemos en los veintitantos o los cincuenta y tantos, nuestro cerebro es extremadamente flexible y nunca es tarde para aprender algo nuevo siempre y cuando estemos dispuestos a depositar entusiasmo y constancia en la tarea.

“Sabemos lo que somos, pero no lo que podemos llegar a ser”, escribió el novelista William Shakespeare, y la ciencia nos revela que lo que llamamos “destino” no es más que el reflejo de los límites que imponemos a nuestros pensamientos, límites que pueden ser conquistados con optimismo y disciplina.

Consejos para entrenar tu cerebro y mejorar tu calidad de vida

Revisa tus creencias
La mayoría se origina en la infancia y la adolescencia, y no siempre son acertadas ni contribuyen a nuestra felicidad. Entrena tu cerebro como lo hizo Descartes: dudando de todo, en especial de aquello que te empuja a actuar o sentir de manera dañina.

Algunas preguntas útiles que puedes hacerte para examinar la utilidad de tus creencias son:
¿Qué verdades he aceptado desde niño/adolescente/adulto que han demostrado ser causa de sufrimiento?
¿Qué verdades he aceptado desde niño/adolescente/adulto que me han ayudado a crecer y superar momentos difíciles?
¿De dónde vienen las creencias que me motivan a pensar o actuar negativamente?
¿Qué puedo hacer para debilitar mis creencias negativas y fortalecer las positivas?
No temas derrocar certezas o hábitos ni alejarte de personas que te impiden florecer, al contrario: corta de raíz cualquier influencia dañina y dale a tu cerebro la oportunidad de establecer nuevas conexiones que aporten a la construcción de una realidad más sana.

Recuerda que tu mente (y tu cerebro) son un templo
“Somos los libros que hemos leído, los sueños que hemos soñado y las personas que hemos amado”, dice una frase, y los estudios han comprobado que nuestros pensamientos y experiencias no sólo producen cambios temporales a nivel cognitivo o emocional, también modifican nuestras estructuras cerebrales, es por eso que elegir adecuadamente la información que consumimos es fundamental.

Escoge bien los libros que lees, la música que escuchas, los lugares que frecuentas e, incluso, las personas con las que te relacionas. Las investigaciones han demostrado que hallarse inmerso en un ambiente plagado de negativismo o expuesto a situaciones de estrés constante crea una especie de “alambrada bioquímica” en nuestro cerebro que nos lleva poco a poco a convertirnos en un reflejo de esa realidad pesimista, un fenómeno de aprendizaje social.

Practica la visualización positiva
Según Sarah-Jayne Blakemore, visualizarnos dominando a la perfección una actividad que deseamos aprender equivale a una práctica mental que ayuda a nuestro cerebro a familiarizarse con la tarea. Ya sea que nuestra intención sea aprender un idioma, ser más extrovertidos, aprender a conducir o ser más pacientes, imaginar constantemente un escenario donde este deseo ya es un hecho contribuye a que podamos conseguirlo en el mundo real.

Además, pensar en positivo nos hace más creativos y promueve la segregación de hormonas de la felicidad, que fortalecen nuestro sistema inmunológico.

Anímate a hacer cosas distintas
Caer bajo el yugo de la rutina puede sabotear nuestro funcionamiento cerebral por la sobreproducción de hormonas del estrés.

Escapa de la ruta conocida practicando algún hobbie o reencontrándote con el placer de tu propia compañía. Hacer algo distinto es una manera eficaz de sorprender a nuestro cerebro situándolo en un contexto completamente distinto y, cuando esto ocurre, nuestras conexiones neuronales cambian.

Empieza siempre por cambios pequeños
Avanza poco a poco, abandonar un hábito “de un día para otro” eleva las probabilidades de que vuelvas a caer en él. Si tu misión es dejar el cigarrillo, por ejemplo, debes comenzar por fumar cada día menos: quince unidades diarias durante dos semanas, luego diez, después cinco… Lo mismo aplica si tu meta es comer más saludable: debes introducir cambios pequeños en lugar de cambiar tu plan de alimentación de manera radical.

Tu cerebro necesita tiempo y continuidad para asimilar nuevas conductas que resulten perdurables. Confía en los frutos de la paciencia, que suelen endulzar el sabor de la espera.

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