Cómo se distribuyen las emociones en el cuerpo humano

He recibido noticias hoy que han hecho que el corazón se me escurra hasta los pies. Las emociones han coagulado mi garganta, mis ojos no se conservan secos. Estoy devastada…
(L. Browning)

Que las penas y el desamor oprimen el pecho y angustian el corazón podría sonar más poético que científico de no ser porque investigadores de la Universidad de Aalto (Finlandia) han comprobado que existe, de hecho, una respuesta biológica universal del cuerpo humano ante las emociones, la cual manifestamos casi de manera unánime independientemente de nuestras diferencias culturales.

El estudio, que fue publicado en la revista científica Proceedings of the National Academies of Sciences (Estados Unidos), contó con la participación de 701 voluntarios de tres nacionalidades: Finlandia, Suecia y Taiwán. El experimento consistió en mostrar a los participantes dos siluetas de un individuo acompañadas de historias, palabras emotivas y expresiones faciales, e invitarlos a recrear mentalmente una de catorce emociones: amor, disgusto, ira, orgullo, tristeza, ansiedad, miedo, vergüenza, felicidad, desprecio, envidia, asombro, depresión o neutralidad.

Se pidió a los voluntarios colorear aquellas áreas corporales que percibieran activas durante el estudio, y aunque no todos los integrantes del experimento pintaron cada emoción de igual modo, cuando los investigadores recopilaron los resultados para ser analizados encontraron una gran semejanza de patrones entre los “mapas emocionales” de los más de 700 voluntarios. Dicho de otra forma: el modo en que nos sentimos activa regiones específicas de nuestro cuerpo que nos ayudan a descifrar e identificar nuestras emociones, y esto funciona como un mecanismo biológico de alcance universal, sin importar el color de nuestra piel, nuestras creencias o nuestro lugar de origen.

“Nuestro cerebro envía señales a nuestro cuerpo de manera que podamos lidiar con una situación determinada. Si ves una serpiente y sientes miedo, tu sistema nervioso aumentará el envío de oxígeno a tus músculos, al igual que tu ritmo cardíaco, para que puedas hacer frente a las circunstancias. Es una respuesta automática, no hace falta que pensemos siquiera en ello”.
(Lauri Nummenmaa, psicólogo de la Universidad de Aalto encargado del estudio)

La tristeza en el corazón y la ira en la cabeza

Los resultados del experimento conducido por los investigadores de la Universidad de Aalto pueden resumirse de la siguiente manera:
La ira produce la sensación de tener la cabeza caliente
La felicidad genera una sentimiento de bienestar general que recorre desde las yemas de los dedos hasta los tobillos.
La depresión causa una sensación de vacío, falta de sensibilidad en las extremidades o dolor en el pecho
El disgusto produce malestar estomacal e incomodidad en la región de la garganta
Casi todas las emociones producen cambios en el área de la cabeza (ya sea producto de sonreír o de cambios en la temperatura corporal).
Emociones como la alegría y la ira estimulan las extremidades, quizás porque el cuerpo se prepara para abrazar o bien para dar una respuesta agresiva.
Para el reconocido médico cirujano Joseph Mercola, los hallazgos del equipo de investigadores de la Universidad de Aalto no sólo son valiosos porque arrojan luces para una mejor comprensión de nuestras emociones y de la relación innegable que existe entre mente y cuerpo, también son evidencia de que “no podemos divorciar la salud de las emociones”, y que sin importar las medidas que tomemos en pro de un estilo de vida saludable a razón de una dieta equilibrada y ejercicio físico regular, el estrés excesivo y una mala gestión de las emociones puede debilitar nuestro sistema inmunológico, elevar nuestros niveles de azúcar en sangre y afectar nuestro balance hormonal, haciéndonos más propensos a un gran número de enfermedades.

“Incluso si lo estás haciendo bien (dieta saludable y ejercicio regular), tus emociones, tanto las que son crónicas como las que son agudas, pueden ejercer un enorme poder sobre tu cuerpo”, explica Mercola, quien sostiene que, hoy en día, “morir de amor” no es un panorama exagerado considerando que el estrés de la devastación sentimental puede aumentar los riesgos de sufrir un ataque al corazón.

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