13 personas, algunas de ellas adultos llevaban sufriendo maltratos y abusos desde su más tierna infancia.
Se nos generan muchas preguntas se generan ante un caso como éste: ¿Cómo unos padres pueden hacer esto a sus hijos?,
¿Cómo nadie de su entorno se enteró o sospechó, al menos, de que algo extraño estaba ocurriendo?, ¿Cómo los chicos siendo ya adultos no han sido capaces de pedir ayuda, huir o rebelarse ante esta situación?…
A la 1ª pregunta deberá dar respuesta la evaluación psicológica que hagan a los acusados. Muchas pueden ser las hipótesis: ambos se potenciaban sus peores instintos, o uno de ellos manipulaba al otro, o actuaban creyendo cumplir dictados divinos…
Al por qué nadie dio la voz de alarma, cabe pensar que se prepararon convenientemente una coartada al aislar a los chicos a nivel social hasta el punto de recibir educación en casa. Esto les proporcionaba la excusa perfecta para explicar porque los hijos no acudían al colegio ni se relacionaban con compañeros de clase. Ningún vecino les veía habitualmente y cuando lo hacían siempre iban acompañados de alguno de los padres para poder controlar el comportamiento y/o posible voz de alerta de sus retoños.
Es fácil que entendamos el miedo de los chicos a solicitar ayuda por el temor de no ser creídos, no obtener la ayuda necesaria y sufrir el castigo añadido por su rebeldía. Pero es que aparte del miedo, que seguramente tenían, los padres contaban con otro factor, el de la culpabilidad. Unos chicos que no habían conocido otra forma de vida familiar normalizaron lo que les ocurría dando incluso por sentado que los castigos que recibían eran merecidos porque su comportamiento no era adecuado. De esta manera obtener su colaboración cuando eran golpeados, atados o privados de alimento no era tan difícil.
Tan solo el hijo mayor acudía a clases en la Universidad, pero siempre acompañado de su madre que le esperaba durante las clases hasta su salida. Es probable que fuera la intuición de éste sobre la existencia de otras formas de convivencia familiar lo que supusiera el detonante para preparar un plan de huida que venía gestándose desde hacia dos años, precisamente los que tiene el hijo menor que es el único que no ha sufrido el maltrato como sus hermanos (razón por la que se les acusa de 12 delitos y no de 13).Foto de la familia Turpin de la casa de los horrores
Las secuelas psicológicas y físicas que arrastrarán a lo largo de su vida se desconocen todavía. Es esperable que tras el horror sufrido en pleno periodo de formación y desarrollo personal, las disfunciones que les acompañarán serán muchas y variopintas. Con toda probabilidad presentarán fobias, problemas en la relaciones interpersonales, falta de confianza, ansiedad y problemas de adaptación. Por el momento se están adaptando a comer con normalidad y seguir normas higiénicas apropiadas (solo les permitían ir al baño 1 vez al día). Su desarrollo físico no es el adecuado debido a la mala alimentación y a la falta de ejercicio y vida al aire libre.
Aun nos queda mucho por descubrir sobre lo que ocurría en esa casa. Por lo que sabemos hasta ahora ya se cataloga el caso como uno de los más horribles de la historia de EEUU. Será entonces cuando entendamos la verdadera dimensión de lo que estos hermanos han sufrido y se pueda entender mejor lo ocurrido y las consecuencias esperables.
Montserrat Sanz García
Fuente: MSG Psicología
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