Lucia ha conseguido trabajo: «Quiero ser un ejemplo para los que no tienen visión»

Lucía, de 23 años, es una de las cien personas sin visión en Galicia que se han insertado laboralmente en empresas externas a la ONCE.
El acceso a un empleo sigue siendo un reto para las personas que nacen con ceguera.
«Normalmente, me gusta estar con la luz apagada», cuenta Lucía Medina. Era una bebé de apenas seis meses cuando los médicos le dieron el diagnóstico a sus padres adoptivos: había nacido con una retinopatía de la prematuridad. Ni sombras ni formas, solo distingue si hay mucha claridad. Por el ojo derecho se filtran algunos restos de esa luz difícil que prefiere evitar, porque le causa dolor.

Su vida a oscuras ha sido una carrera de obstáculos. A punto de cumplir los 23, este año ha dado un gran paso: su primer empleo. «Trabajo en la recepción de una empresa de A Coruña», dice con una tímida sonrisa. «Siento que soy útil. Puedo enseñar lo que valgo», sostiene.

Llegar hasta aquí requirió de empeño y entrenamiento. «Ahora es más flexible. Hay que tener en cuenta que las personas con una discapacidad no suelen salir de su ambiente familiar. Que puedan trabajar les da autonomía, es muy importante para el salto de niños a adultos», explica Rubén Mateos, el director del colegio de educación especial Nosa Señora do Rosario que el colectivo Aspronaga tiene en A Coruña.

Las clases que recibió en esta escuela y en la ONCE hicieron posible su preparación para el mundo laboral. «Su estructura de lenguaje habla de una estructura de pensamiento. Le veíamos capacidades», incide Mateos.

La incorporación al mundo laboral de las personas con una discapacidad es una de las asignaturas pendientes para la inclusión de un colectivo tan amplio como diverso. Aunque se están dando pasos. «En los dos últimos años conseguimos colocar a siete alumnos, son las mismas oportunidades laborales que en los 26 años anteriores», remarca el docente.

Tiflotecnología y orientación

La sociedad tiene que aprender a ver y no invisibilizar a personas como Lucía. «En lo que llevamos de año, atendimos a 98 afiliados desempleados. De ellos, 46 están en búsqueda activa de empleo», avanza Andrea Fontes, de la ONCE en A Coruña. «El caso de Lucía —explica— entrañó un especial reto por la concurrencia de otras dificultades. Nos centramos en prepararla para una oportunidad, que surgió».

Antes de encontrar el empleo, un especialista en tiflotecnología, como así definen las técnicas de accesibilidad a las nuevas tecnologías, la entrenó para repasar el código braille, saber mecanografía y desenvolverse con el ordenador y el móvil. «Es muy sencillo. No necesitas un equipo especial, solo que instalen el Jaws, un lector de pantalla. Para escribir, la J y F tienen un marca, desde ahí partes y sabes dónde están las demás teclas», detalla Lucía.

Otra técnica en rehabilitación de la ONCE fue con ella los primeros días al trabajo para que conociera los espacios. Las paredes son su referente para orientarse.

Hasta que se decidió a emprender esta aventura, sus padres, y en especial su madre, Ana, fueron sus ojos y también su voz cuando no conseguía vencer su timidez. «En casa trabajamos con ella prácticamente de forma empírica desde que es niña. Íbamos ensayo y error. Si tiene siempre a mamá a mano, sé que no va a volar», reconoce Ana Meneses.

Lucía escucha atenta y respira hondo. «Hay cosas que todavía me cuestan, como cuando me preguntan por qué no veo», desliza. «¿Me permites ser tu voz?», pregunta la madre. «Lucía —explica Ana— fue prematura por unos problemas de adicciones de sus padres biológicos. Desde que tiene cinco meses está con nosotros».

La familia acaba de instalarse en su nuevo piso de Arteixo, llegaron hace menos de cinco años de San Cristóbal, Venezuela. Escuchando hablar a Lucía nadie lo diría. «Tiene mucha capacidad para intercambiar acentos, ¿a qué sí?», sonríe su madre.

El primer obstáculo que tienen las personas con una discapacidad, coinciden ambas, es el de la ignorancia. «Si tú vas a ayudar a una persona ciega, lo primero que tienes que hacer es presentarte y preguntarle si quiere algo», dice Ana. «Es que si no, te asustas cuando te agarran», responde Lucía. El segundo, es la lástima. Ese «pobrecito», molesta. «Lo más difícil para mí es que te vean por tu físico. Yo me pregunto por qué, por qué no me ven por lo que soy. Te cansas de dar explicaciones», afirma la joven.

Va dando pasos. «De pequeña, en una escuela se metían conmigo. Ahora ya me animo a ir a pasear con mi amiga Flopi o participo en un festival de canto —su músico favorito es John Legend—. Pasé de sentirme apartada a tener gente que quiere hacer cosas conmigo. Quiero ser un ejemplo para los que no tienen visión, que no se sientan menos. Hay gente que nos juzga, que no nos entiende, eso es duro. Pero, como yo, pueden superarse y tener un futuro», defiende.

Lucía, cuyo nombre significa luminoso, está en ello. Aprender inglés y salir a pasear sola por la calle son sus siguientes metas.
Mila Méndez
Fuente: La Voz de Galicia

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