Soy médico, mi nombre es Yousuf. nací en Palestina y actualmente trabajo desde hace años en un hospital de Gaza.
Jamás había experimentado en mi interior, una sensación tan intensa de tristeza y horror, ante lo que desde hace días estoy viendo continuamente y sin descanso.
Nunca había sentido miedo ante la posibilidad de morir sin tener culpa por ello.
Me encuentro aislado desde que todo comenzó, con escasos medios a mi alcance y con una multitud de personas a las que atender que acuden con graves heridas o también para refugiarse en un lugar seguro que la contienda debería respetar, aunque todos nosotros sabemos que no va a ser así.
Puedo observar de manera terrible y con mi ánimo entristecido, los rostros de todos aquellos que acuden al hospital.
La mayoría lo ha perdido todo (familiares, amigos, trabajo, negocios, etc.). Sus miradas, son miradas que reflejan no tan solo tristeza y temor, sino que expresan el horror que han tenido que contemplar durante la refriega.
Dichas miradas, son en la mayoría de los casos miradas que se pierden en el infinito y reflejan de manera escandalosa y exagerada el miedo que han pasado y que pueden tener en un futuro muy próximo.
He observado con espanto, y preocupación que da igual el género y la edad porque son miradas similares. Tanto da si son niños, ancianos, mujeres o embarazadas, todos están impregnados por un miedo interior que los paraliza y en ocasiones, les impide poder articular palabras con coherencia, porque como he citado anteriormente, todos han perdido algo o a alguien querido y actualmente no poseen nada ni nadie que los pueda ayudar. Además, muchos de ellos tienen graves heridas muy difíciles de curar por no tener medios, ni material para curarlos, también presentan amputaciones en sus miembros y un gran estrés postraumático, por ser testigos forzosos de todo tipo de atrocidades ocasionadas por los soldados y que en ocasiones han sido forzosamente obligados a ver, a todo ello se une continuamente, el sonido ensordecedor de las sirenas y el retumbar terrible de los bombardeos continuados que no cesan nunca y ocupan todo el día y la noche, habiendo destruido gran parte de los edificios, a ello también se añade los gritos de dolor y pena de los heridos y también los de aquellos que yacen sepultados bajo los escombros, sin poder salir de ellos ni tener posibilidad alguna de ser rescatados.
Muchos se preguntan el porque se ha llegado a esta situación tan injusta, cuando tanto el Talmud como el Corán, no han promulgado jamás la violencia ni la venganza, sino que hablan de paz, dialogo, debate y concordia entre dos pueblos diferentes. Pero en medio de una batalla, al parecer para algunos, todos somos iguales y no hay distinciones, por eso los que tienen la obligación de tratar de encontrar vías para establecer unos tratados de paz, una vez que
han utilizado los micrófonos para hablar de ello, estos quedan enmudecidos y nadie hace caso ni quiere saber nada de ello.
La solución más sencilla para ellos es la de aislarnos, dejarnos sin subsistencias ni energía y por tanto lograr, que nuestro pueblo desaparezca de la faz de la tierra, cuando los que promueven la violencia consentida y gratuita nunca están en primera fila.
Desde hace muchos siglos, siempre ha existido un grave conflicto entre nuestros pueblos, y nunca han llegado ha una concordia porque a nadie le ha interesado ni nadie ha querido respetar lo que llamamos paz y solidaridad.
No tenemos medios para atender a todos, estamos encerrados como animales y así nos tratan y nuestro futuro no es esperanzador, sino que se dirige por el camino que lleva a la devastación y muerte, aunque nos resistamos a ello.
Somos conscientes que jamás, debimos comenzar con un genocidio hacia personas inocentes, aunque algunos no lo crean así, pero no todos somos culpables de los desmanes exacerbados que algunos suelen hacer intencionadamente, para provocar un conflicto armado, porque de inmediato, con la venganza desmesurada que nos están aplicando, lo único que se crea es una mayor odio y rabia como más adeptos en contra de la llamada paz y dialogo.
Mientras tanto debo de continuar con mi trabajo ayudando, atendiendo y escuchando, a todos aquellos que son inocentes y sufren por culpa de unos pocos sabiendo que, en cualquier momento, veré esa luz al fondo de la que algunos hablan y que me llama a acudir lentamente hacia un lugar de paz interior y de vida sin pensar en la venganza ni el temor, una vez que las bombas caigan sobre nosotros.
Los micrófonos seguirán ocultando la verdad y con su lento caminar una vez desconectados.
En dicho relato ha tratado de hacer una reflexión acerca de lo que puede pensar un profesional que trabaja en una zona que está en una guerra injusta y devastadora y que en la que no se respeta el código de una batalla, porque los objetivos son totalmente indiscriminados y recaen sobre población inocente
El testigo en un médico que observa con pavor como los denominados efectos colaterales en una batalla suelen recaer sobre la población inocente a la cual el objetivo principal es vengar la muerte por medio de un genocidio de todo aquel
individuo que pertenezca a una etnia sin tener en cuenta la edad y su inocencia. Todo vale y el incendio que provoca una chispa por culpa de unos pocos incitan a la venganza más terrorífica jamás vista contra una población que ya de por si se encuentra debilitada y sin medio alguno de supervivencia.
No he nombrado ni culpabilizado a nadie porque he preferido ser neutro debido a que ambos bandos han creado conflictos por intereses propios. Y en su momento espero que los tribunales internacionales juzguen si les dejan acerca de la culpabilidad o no de unos y otros.
Dr. Jaume Juyent, Medico
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